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Ignacio Ellacuría S.J. La pasión por la justicia, la verdad y la liberación de los pueblos (I / II)

 

¿No oyes el relinchar de los caballos, el sonido de los tambores, el batir de las espadas...?, le dice a Sancho, que replica: No oigo otra cosa sino muchos balidos de ovejas y carneros. Don Quijote de la Mancha

Una aproximación personal y subjetiva

El 16 de noviembre de 1989, en El Salvador, el batallón Atlacatl entró al campus de la Universidad de Centroamérica UCA , “José Simeón Cañas” y ametralló a Ignacio Ellacuría, su Rector, junto con cinco académicos jesuitas y dos inocentes mujeres.

En los dramáticos relatos de lo que siguió con posterioridad a este crimen horroroso los testigos describen algunos objetos encontrados en sus dormitorios, como mudos testigos de la masacre.

Sobre el escritorio de Ignacio Ellacuría había libros de Ortega y Gasset, Heidegger, el Mío Cid, el Quijote y Cinco Lecciones de Zubiri, junto con las paletas de pelota vasca. Ellacuría solía decir que se necesitan sólo unos pocos libros para entender la condición humana.

No sé si estos libros expliquen tanto ensañamiento, pero creo que dibujan muy bien a su dueño. Un sacerdote llamado Ignacio, hijo espiritual y compatriota de San Ignacio de Loyola, quién “solo y a pie” parte de Loyola a cambiar el mundo, fija la mirada en la persona de Jesús, mezcla de Mío Cid y Don Quijote, pelotari y futbolista filosófico, teólogo de los pueblos crucificados.

Ahora, sobre todo, es importante recordarlo cuando la Iglesia Católica reconoce en la última reunión de sus Obispos de Latinoamérica en Aparecida, su opción por los pobres, reivindicando lo afirmado en el Concilio Vaticano II. Es importante ya que Ellacuría fue uno de los que sentó las bases filosóficas a esta corriente, que devuelve al mundo la persona de Jesús y su utopía de construir el Reino de Dios con los valores del Amor y de la Justicia. Y la persecución de este ideal le costó la vida.

Me acerco a Ellacuría justo en este momento y en este lugar, dónde se escucha fuerte el balido de los rebaños y los cantos de sirena y pocos escuchan el llamado a las justas heroicas como lo escuchó Ellacuría. Donde la realidad se nos hace difusa porque no se ejercita la reflexión honesta y de la praxis, bueno, ni hablar. Porque nuestro personaje no sólo tenía ideales, trabajaba disciplinadamente para concretarlos en la realidad y los fundamentaba con una sólida teoría.

Me acerco a Ellacuría porque como dice Jon Sobrino, “no le faltan a Ellacuría admiradores, pero no le sobran seguidores. Por eso queremos recordarlo”. Porque fue y sigue siendo buena noticia.

Me acercaré al personaje a través de su historia, pero comenzaré de algo que no he visto en sus biografías, la historia del entorno de su primera infancia, tiempo de aprendizaje del bien y del mal, tiempo en que el corazón acoge el llamado de la humanidad o se cierra para siempre.

Vivir la infancia entre la Gran Depresión y la Guerra Civil

Ellacuría nació en Portugalete, Vizcaya, a unos 13 Km de Bilbao. Puerto fundado oficialmente en el siglo 14, posiblemente sobre otro puerto antiquísimo que estaba en funciones en el siglo I de nuestra era y por donde se sacaba el hierro de Vizcaya de los valles mineros colindantes de Ortuella y Gallarta Estas minas distaban solamente unos 5 Km de Portugalete. En ese lugar estaba el epicentro de las turbulencias sociales del País Vasco, allí nació La Pasionaria, allí llegaba la mano de obra de otras regiones de la península, ya que los vascos preferían ir a América o a Filipinas antes que entrar a las minas. Allí existía un proletariado real y tangible que se confrontaba con la gran burguesía vasca que vivía en grandes palacios en la rivera de Portugalete y al frente, en Las Arenas y Neguri, donde ambas riveras están unidas por un puente colgante de hierro. Digamos que entre lo más profundo de la mina y la visión de los grandes palacetes que enfrentan el puerto de Bilbao, mediaban cinco o seis kilómetros, a lo más diez.

Los primeros diez años de su vida los debe haber pasado en Portugalete, en aquel tiempo con sólo 10.000 habitantes y 20 automóviles, en medio de grandes convulsiones, ya que las huelgas de las minas, la gran depresión económica que azota con fuerza el País Vasco y que afecta a todos los pueblos que dependen de la siderúrgica, comienza a fines de los 30. Luego viene la república y en 1936 la Guerra Civil, que duró en Vizcaya 11 meses, culminando con la caída de Bilbao el verano de 1937. Portugalete fue bombardeado unos días antes, el 13 de junio, por la aviación alemana.

La familia de Ellacuría era de clase media acomodada y culta, muy religiosa, el padre oftalmólogo, austeros y exigentes y no dados a las manifestaciones afectivas.

En esos pueblos del País Vasco, la realidad se imponía. Todos se conocían y como no eran muy dados a las diferencias de clases, ni a la adulación a los poderosos, los niños jugaban todos revueltos, y jugaban rudo, sobre todo en esos años. Las pruebas más rudas estaban reservadas para los más ricos, que si querían ser aceptados, tenían que demostrar su fuerza, su habilidad en el fútbol, en el frontón, en las traineras remando o en algo que los hiciera sobresalir en su individualidad. Los súper ricos, como en cualquier parte del mundo, iban a sus clubes privados, y se juntaban con otros ricos internacionales, pero a veces iban todos juntos a la escuela del pueblo o al Instituto de Bilbao.

Los elementos más formadores de la vida, en mi experiencia personal, son vivir situaciones duras, estar expuesto a realidades contrastantes y encontrarse con los maestros adecuados. En la infancia las vivencias marcan y se recuerdan todos los eventos. En este caso, con una guerra real, con bombardeos y sus sirenas amenazantes, los refugios atestados de gente mientras caen las bombas, los niños llorando y también las mujeres, el olor a humanidad aterrada, la caída de Bilbao, las personas huyendo en barcos y botes y todo lo que flotara en el puerto de Portugalete y en Santurce mientras se acercaba la artillería de los nacionales; la separación de amigos o parientes a los que nunca más se vieron (22.000 niños vascos salieron por esos puertos) los presos, los muertos y heridos, las cartillas de racionamiento y el pan negro, si es que había, las conversaciones en secreto escuchadas a hurtadillas, es decir la tragedia humana, el pueblo crucificado por la guerra. Y la post guerra fue peor especialmente en las Provincias Vascas, que fueron castigadas por el nuevo régimen. Esto no escapa de la mirada ni del oído atento de los niños, que generalmente se enteran de todo, sobre todo de los que los padres desean ocultar, como fusilamientos, exilios y abusos.

La odiosidad y la miseria se vieron por todos lados, me imagino que también en los internados jesuitas y en las vacaciones de los internados, cuando se vuelve a casa, se topa con el mundo real del pueblo natal, desmantelado por la guerra.

Esta experiencia de la primera infancia puede ayudar a iluminar algunas de las actitudes de Ellacuría que aparecen como síntesis tan especiales de mundos opuestos. Que siendo de familia acomodada, adopte la vida de servicio, que siendo intelectual primer mundista, entregue su vida por los pobres del tercer mundo, que siendo estudioso e intelectual, sea tan buen deportista y apasionado por el Athletic de Bilbao, que siendo tan parco en sus manifestaciones sentimentales, haya sido tan compasivo con los que sufren, que siendo sacerdote y teólogo, busque la realidad más real en la historia y considere que allí está el camino y la acción. Bueno, esta descripción es una síntesis de los mundos contrastantes que vio en su infancia y la percepción de la inequidad reinante se infiltró en las profundidades de sus ser.

Su búsqueda del conocimiento certero de la realidad también tiene su razón de ser. El que comparte varios mundos necesita hacer mucha reflexión para lograr la síntesis, mucho ejercicio de búsqueda de la verdad. La España que vivió Ellacuría, llena de confusiones ideológicas que llevaron a la violencia desatada por todos los lados, debe haber contribuido a su necesidad de tener claridad mental para discernir, para soñar un camino racional para mundos mejores, que minimizara la violencia, pero que estuviera perfectamente consciente de las violencias estructurales soterradas que suelen generar violencias de guerra, para poder entender a los de su pueblo, tanto a los que habían perdido la guerra como a los que la habían ganado.

Tudela, donde estaba el Internado de sus estudios de Bachillerato está en la zona de Navarra que no es vasca, y que fue ardientemente franquista. No debe haber sido fácil para alguien que venía de una zona predominantemente nacionalista vasca como Bilbao, aún cuando él no lo fuera, convivir con gracia en un internado en la Navarra de post guerra, sobre todo si era muy inteligente y con ideas propias.

La Misión: Compañero de Jesús y americano

En aquel tiempo había una especie de acuerdo de enviar a estos novicios vascos al extranjero, de modo que entrando al noviciado de la Compañía de Jesús a los 17 años en Loyola fue enviado a El Salvador donde encontró un maestro, el sacerdote Miguel Elizondo hombre que le inculcó la libertad de espíritu necesaria para cumplir su tarea de jesuita, abierto, que no compartía la rigidez del noviciado en España, que les permitía la práctica de deportes como el fútbol y el frontón sin obligarlos a llevar sotana, y que fomentaba el desarrollo de una vida interior por sobre las mortificaciones tradicionales.

En una de sus biografías se cuenta que estudió Teología en Austria y tuvo como maestro a Karl Rahner, uno de los teólogos del Concilio Vaticano II, que lo introduce a la idea de historicidad en la revelación, piedra fundamental de la reflexión teológica de Ellacuría.

De paso, se menciona su afición y capacidad para el fútbol. Junto a algunos austriacos y un alemán, los jesuitas de habla hispana integraron un equipo que resultó ser, para los alarmados profesores, demasiado bueno. Con Ellacuría en el centro, el equipo ganó con facilidad el campeonato de la Universidad de Innsbruck y también el campeonato nacional universitario en Viena. El éxito deportivo no fue bien visto por los superiores de Innsbruck y Roma, quienes cortaron por lo sano, alegando que jugar al fútbol en público no era algo propio de la vida religiosa. Hubieran sabido lo que iba a suceder, lo hubieran dejado jugando fútbol en Austria de por vida o en el Athletic de Bilbao, el equipo de sus amores.

Otro ex-jesuita, Ochoa, menciona que todos los días miércoles y sábados a mediodía jugaba frontón con otros compañeros jesuitas, catedráticos en la Universidad, y las paletas de pelota vasca encontradas en las habitaciones de los jesuitas asesinados, dan fe de esta práctica.

En la Universidad de Quito, dónde cursa Filosofía, se encuentra con otro maestro, Aurelio Espinoza Polit, gran humanista educado en Oxford, autoridad mundial en Sófocles y Virgilio, pero que enseñaba a aprender de la realidad, excelente maestro que lo introdujo al pensamiento filosófico y lo formó a su vez, como profesor y maestro. Así lo característico de la labor intelectual de Ellacuría consiste en “haber hecho de filosofía un elemento constitutivo de una existencia dedicada a la liberación”, como dice Antonio González.

También en Quito conoce al jesuita navarro Ángel Martínez que daba clases de Metafísica y Estética y lo introdujo en la poesía que era su vida. Este poeta había hecho una síntesis de la Teología, la Filosofía y la Poesía y de su vida personal, enseñando a su discípulo la unidad interna de todas las cosas, ya que la meta de su vida era la búsqueda de la verdad radical de las cosas. Es tal el impacto en el mundo mental del joven jesuita, que confiesa que esta reflexión poética lo cautiva porque refleja lo que el percibe inefablemente y no sabe como expresar.

En 1961 se presenta dónde Xavier Zubiri, el filósofo vasco español, que también fue cuestionado durante el régimen franquista, para solicitar supervisión de su Tesis de Filosofía en la propia obra de Zubiri. Este queda tan impresionado por el joven jesuita, que acepta dirigirlo. Ellacuría se convierte en el hijo de su espíritu, en su amigo, colaborador y en su heredero intelectual.

Desde 1967 fue profesor de Filosofía en la UCA, pronto lo nombraron miembro de la Junta de Directores y en 1970 le encargaron la dirección de la formación de jóvenes jesuitas., dónde favoreció la formación de comunidades de estudiantes jesuitas, primero de filósofos, luego de teólogos.

Además se impuso la tarea de traer todas las etapas de formación de los jesuitas a Centroamérica, para que no tuvieran que ir a estudiar Filosofía a Quito, se abrió el estudio de Teología y la tercera probación. Los cambios fueron tan intensos que los jesuitas se dividieron y las autoridades decidieron confiarle la dirección del Centro de Reflexión Teológica y lo sacaron de los puestos del gobierno de la Compañía de Jesús.

Desde 1976 Ellacuría ocupó un lugar destacado como líder de opinión en El Salvador, escribiendo en la Revista ECA de la Universidad y transmitiendo en la Radio del Arzobispado comentarios sobre la realidad nacional.

En 1979 fue nombrado Rector de la UC, en medio del comienzo de una guerra civil declarada entre la guerrilla y el ejército de El Salvador. El 24 de Marzo de 1980 es asesinado por las fuerzas de gobierno, Monseñor Romero, Arzobispo de El Salvador, mientras decía Misa. Su pecado fue haber defendido al pueblo del Salvador, denunciando las matanzas cometidas por el Ejército.

Los jesuitas, que apoyaron a Monseñor Romero, quedaron como continuadores de su obra de defensa y denuncia. En el caso de Ellacuría, su carácter fuerte, su agudeza dialéctica y su ironía le granjearon muchos problemas con el gobierno, el ejército y la embajada de USA, ya que con los datos de la realidad en la mano era implacable. Su libertad de pensamiento era conocida, y no seguía la línea de nadie. En los debates sólo cedía a argumentos evidentes y aún así planteaba otra forma distinta de ver el problema, lo que debe haber sacado de quicio a sus opositores. Ofició activamente de mediador entre gobierno y guerrilla y tratando de llegar a un acuerdo en que se incluyeran todas las partes.

Lo primero que me llamó la atención de su quehacer y me produjo mucha hilaridad, fue la reseña a un editorial que publicó, y que le valió el perder el financiamiento estatal para la Universidad donde era Rector y recibir cinco bombazos en la universidad. Este artículo se llamaba “A sus órdenes Mi Capital” y estaba dirigido al Presidente Molina, por haberse echado para atrás con la Reforma Agraria en El Salvador y muestra con que poco sentido del humor tomaba el gobierno las críticas del jesuita. Bueno, pensé, aquí nos encontramos con alguien sin temor, capaz de decir lo que piensa, cueste lo que cueste, en forma sarcástica, rotunda y sin anestesia.

A pesar de todo, era extremadamente cauto antes de tomar una postura, dejando que la realidad tuviera la última palabra lo que habla bien de la seriedad de sus juicios.

Pero al seguir leyendo sobre él, me encontré con un filósofo fuera de serie, que llevó la Filosofía al centro de la reflexión teológica Es decir, cuando Ellacuría escribió ese famoso editorial, sabía a cabalidad lo que decía y por qué lo decía, y las probables consecuencias. Y como era audaz, lo decía con todas sus letras, y a quién se le pusiera por delante.

La reflexión filosófica y teológica de Ellacuría es inmensa y no cabe en este pequeño ensayo, cuya finalidad es más bien mostrar su persona, punto de partida de su pensamiento y obra, en una vida vivida consecuentemente, al límite y sin concesiones. De todos modos, le daremos un pequeño vistazo a algunas de sus ideas centrales.

Fuentes:

Antonio González; Aproximación a la obra filosófica de Ignacio Ellacuría.

Etorritakoak/Los que vinieron Testimonio de Alfredo Aldao niño de Portugalete
Sacado por la Cruz Roja Internacional.

Ignacio W. Ochoa; El Salvador 1989: Two Jesuits Standards and the Final Offensive. Tesis de MA, San Diego State University.

Jon Sobrino; Ignacio Ellacuría: el hombre y el cristiano. “Bajar de la cruz al pueblo crucificado” Cuaderno 9, Centro Monseñor Romero UCA.

José Sols Lucia; El legado de Ignacio Ellacuría para preparar el decenio de su martirio.

Jesuitas.es Compañía de Jesús, España. Ignacio Ellacuría (1930-1989).

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